Em ve molt de gust compartir amb vosaltres l'article que un bon amic ha publicat al diari local La Plazuela el passat 18 de setembre:
Parece un momento propicio para ponerse a pensar en la educación
ahora que casi todo el mundo vuelve al cole – no sólo el alumnado y el
profesorado, padres y madres vuelven también ya que el calendario
escolar, de un modo u otro, marca los ritmos de la sociedad entera. Nada
nos parece más natural que la escuela; y sin embargo nuestro sistema
escolar obligatorio es un invento relativamente reciente. Nace a
principios del siglo XIX en el Estado Prusiano y se extiende e implanta
en occidente con una velocidad asombrosa. Su objetivo explicito era
claro: formar empleados para el inmenso aparato estatal que requería el
nuevo modelo político, formar trabajadores que alimentasen las fábricas
que sustentaban el nuevo modelo productivo y tener soldados en la
reserva para batirse el cobre en las guerras imperialistas que la
historia dejaba entrever en el horizonte. Las academias de infantería y
las nuevas penitenciarías que empezaban a proliferar sirvieron de modelo
para esta increíble obra de ingeniería social. Su pretexto, el
igualitarismo y la libertad ilustradas. Sus recetas de aprendizaje, la
segregación por grupos de edad, un currículum pre-establecido, graduado y
por materias, exámenes y calificaciones. Y así nació y ha continuado la
escuela con unos pocos cambios – no tantos - hasta hoy.
Nada nos parece más natural que la escuela, nada menos cuestionado
que el colegio; su pertinencia, la necesidad que de ella tenemos todas
las sociedades, casi nunca es puesta en tela de juicio. La escuela es
fuente de progreso, de desarrollo, de libertad, de cultura. Y sin
embargo al mismo tiempo es difícil encontrar a quien se sienta
plenamente satisfecho con ella. El porcentaje de fracaso escolar en
nuestro país – y en casi todos – es alarmante, la conflictividad y
violencia en las aulas resulta ya en muchos casos ingobernable, cada vez
más chavales y chavalas son diagnosticados con síndromes y patologías
que sólo tienen sentido dentro de ese modelo escolar concreto y que por
ello no es descabellado pensar que son producidos por la propia
institución escolar y la dificultad creciente que niños y niñas
experimentan al intentar encajar en ella. Gran parte del profesorado
está quemado, desencantado o deprimido, y una importante cantidad de
alumnos y alumnas, estresados o aburridos como ostras. Y es que el mundo
que habitamos no es ya la Prusia del siglo XIX, los niños y las niñas
no son del siglo XIX, las habilidades necesarias hoy no son las del
siglo XIX, pero cada mañana niños y niñas de todo el mundo, maestros y
profesoras, viajan en el tiempo y pasan unas cuantas horas en la Prusia
del siglo XIX. Este año se ha dado a conocer un documento llamado
Manifesto15 que promueve la reforma de los sistemas educativos. Según
este texto la situación actual es que se está intentando enseñar a niños
3.0 con un sistema educativo 1.0, y nos da unas claves para entender
qué tipo de educación sería adecuado a las nuevas generaciones y
pertinente en la era digital de la información. Se trata de una
educación democrática, autodirigida por los alumnos, flexible, libre de
exámenes y sin un currículo predeterminado. ¿Pero esto es posible? ¿cómo
saber si podría funcionar?
Es bien sabido –pues los medios se encargan periódicamente de
repetírnoslo machaconamente– que España obtiene uno de los peores
resultados en el informe Pisa, que mide la calidad y eficiencia de los
sistemas educativos de diferentes países. El país mejor calificado por
ese informe es Finlandia. allí los alumnos tienen menos horas de clase,
hay menos alumnos por clase, los profesores están mejor pagados y son
una de las profesiones con más prestigio. Los currículos son flexibles y
abiertos, también los grupos. El alumnado tiene más responsabilidades y
libertades dentro del ámbito escolar. No hay prácticamente exámenes y
desde luego nunca para los niños y niñas de menor edad. ¿Qué hacemos
ante esta situación? ¿Mirar a Finlandia? No, que va, la receta para
España es más de lo mismo: fijar, determinar y cerrar aún más el
currículo, aumentar la ratio profesor alumno, reducir el sueldo al
profesorado, aumentar controles y exámenes, dar más peso a las
calificaciones y menor responsabilidad al alumno en su propio proceso de
aprendizaje. Einstein definía la locura como hacer una y otra vez lo
mismo esperando obtener resultados diferentes. Está claro que según
Einstein en España – y en casi todo el mundo – estamos locos.
Y sin embargo lo que parece una locura es cuestionar el cole,
intentar cambiarlo. Pero la realidad es que la Unesco lleva ya unos años
pidiendo una reforma global radical del sistema educativo que responda a
las características de un nuevo tiempo; su modelo está ya definido, y
no se parece en nada al actual, y sí mucho a las diferentes alternativas
educativas que desde hace décadas vienen desarrollándose. Se parece
mucho más a las propuestas del Manifesto 15 que a la Prusia del XIX.
¿Pero cuáles son estas alternativas educativas? Son las que nos muestran
que no sólo otra educación es posible, sino que ya está sucediendo en
muchos lugares, las que nos prueban que sí, que funciona, de forma
diferente a la escuela convencional.
Ahora que casi todo el mundo vuelve al cole, familias de todo el
mundo – y aquí en España también – celebran la Jornada internacional por
las libertades educativas (JILLE). Se trata fundamentalmente de
familias cuyos hijos aprenden fuera del sistema escolar, sin escuela, en
casa, o también en diferentes escuelas libres, activas, democráticas,
en comunidades de aprendizaje y otras experiencias la mar de
interesantes. Niños que no van al cole, que aprenden con sus familiares,
amigos y vecinos, niños y niñas que van a escuelas en las que no hay
horarios, ni asignaturas, ni exámenes, chavales y chavalas que
desarrollan libremente sus propias capacidades guiados por su
curiosidad, siguiendo sus pasiones, acompañados de adultos a los que
trasmiten su entusiasmo. Es de estas alternativas de donde bebió
Finlandia, y a donde mira la Unesco; Sumerhill, Sudbury, el Pesta,
Waldorf, pedagogías holísticas, aprendizaje autónomo sin escuela,
educación comunitaria o grupos de aprendizaje.
Cada año la Asociación por la Libre Educación (ALE) promueve dos
encuentros de alternativas educativas en España. Los últimos dos años se
han celebrado en Condemios, Toledo y Cuenca. En ellos se reúnen
familias y personas de todo el Estado que de un modo u otro andan
embarcados en proyectos alternativos a la escuela convencional, y dónde
nunca faltan invitados de otros países. Este año contamos de nuevo con
la participación – entre otros muchos ponentes – de Derry Hanam. Derry
es un inspector de educación Inglés jubilado, su carrera empezó como
profesor impulsor de un modelo democrático educativo dentro de la
escuela pública inglesa, y a día de hoy sigue siendo su principal
objetivo para toda la educación pública de Europa. Fue asesor del
gobierno finlandés para su reforma educativa. Como inspector defendió
las escuelas libres de Summerhill y Sudbury, así como el derecho a la
educación en casa y el aprendizaje autónomo sin escuela. Pero su
propósito fundamental es una escuela pública nueva, democrática, libre.
Cada año es mayor el número de maestros y maestras, profesores y
profesoras, de la escuela pública que participan en los encuentros de
alternativas educativas y por las libertades en la educación. Muchos
estuvieron con Derry y todos de acuerdo en que otra escuela no sólo era
posible, sino necesaria.
F. Orozco Jabato